miércoles, 24 de agosto de 2022

Andrea Marone




Nació en Mendoza e n1994 y vive en Buenos Aires. Estudia Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes. Estudió Letras Modernas en la UNCuyo. Ganó en el año 2021 el certamen literario Vendimia de poesía con su libro Arterias. Publicó Vampirización del ego (2017, Mar Adentro), el fanzine La conspiración de los damascos (2020) y Arterias (Ediciones Culturales, 2022). En el año 2020 quedó en tercer puesto en el Slam Nacional de Poesía. Ha participado de revistas, publicaciones y encuentros nacionales e internacionales.


Una muchacha camina a las seis pm por la alameda. 
Es verano el desierto nos apelmaza
esquina Córdoba y San Martín
menduco triángulo de las bermudas. 
Todos pasan nadie está.
Los libreros toman birra,
los libros usados se queman al sol.
Zona de cotillón y casas de tela 
(retazos en oferta, seda, gamulán)
Se refracta el sol en las bolsas de nylon de los transeúntes.

La piba tiene el pelo seco, decolorado 
medio pajizo. 
Cumbre del agua oxigenada.
Una línea gruesa delineando el párpado 
bien negra como marca de crayón,
falda de cuerina descubriéndole los músculos 
y medias en red. 
Facha noventosa, algo vintage, un toque dramática
piel trigueña ensombrecida por tatuajes 
en cada rincón de su fragilidad.
Los brazos ahogados con pulseras de tachas.
Sostiene una mochila, parche cosido de banda de rock. 
Adentro, como la sangre que pugna por salir de la costra: 
leche en polvo, una vela 
número cuatro de parafina azul. 
¿Y el niño? no juega 
más bien se esconde entre los postes 
bancos municipales y las caderas de mamá.

Hijo de la luna.

Tiene ojos transparentes,
no es vampiro pero el sol daña su piel.
El pelo resplandece como un foco de tungsteno
y la piel tan blanca, blanca 
que las flores de los jazmines le tienen envidia. 
Podría perderse entre los riscos cuando nieva en la montaña, 
por fin impropio, por fin desdibujado 
el cachorro albino de mamita punk.



Tras saborear el dulce todavía tibio
entro en trance soy poseída.
En mis párpados cerrados
conspiran los frutos por nacernos.
Hablan con la trayectoria del caer de sus pétalos.
Fértiles por saldar la herida
ensayan partos mudos.
Su semilla engrosada con el barro
todavía se fragmenta entre las raíces.
Cascarón de huevo.
Es que hay un dolor silencioso
desde donde ocurre lo vivo.
Y agonizan hojas, tallos
conjuran cantos para alivianar la quemazón.
Cae la melodía que es agua espesa
entre las piedras del arroyo.
Cae cada nota por mi sumergida piel de manzana.

Bebe del río y remonta la calandria.
Su vuelo repite una coreografía
que es un himno de la vida nacida a la intemperie.
El ritmo es invisible.
Dibuja en el cielo figuras trágicas.
Bocanada de piedad que consigue sublimar
el equilibrio frágil del instante irrepetible.

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