viernes, 26 de agosto de 2022

Santiago Kovadloff



Reside en Buenos Aires, donde nació el 14 de diciembre de 1942. Es ensayista, poeta, traductor de literatura de lengua portuguesa y autor de relatos para niños. Se graduó en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Comité Académico y Científico de la Universidad Ben-Gurion del Neguev, de Israel. Participó como profesor invitado en la Cátedra Latinoamericana “Julio Cortázar” de la Ciudad de Guadalajara, México, en el año 2013.
Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras, miembro correspondiente de la Real Academia Española y vicepresidente de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Desde el año 2016 preside el capítulo argentino del Club de Roma. Se desempeña profesionalmente como profesor privado de Filosofía y conferencista. Es colaborador permanente del diario La Nación de Buenos Aires. Su obra literaria —ensayo, poesía y cuentos— incluye títulos como Zonas e indagaciones, 1978; Canto abierto, 1979; Ciertos hechos, 1985; Ben David, 1988; El fondo de los días, 1992; El silencio primordial, 1993; República de evidencia, 1993; El tobillo abandonado, 1994; Lo irremediable, 1996; Hombre en la tarde, 1997; Sentido y riesgo de la vida cotidiana, 1998; La nueva ignorancia, 2001; Agustina y cada cosa, 2001; Ensayos de intimidad, 2002; Una biografía de la lluvia, 2004; Natalia y los queluces, 2005;  Los apremios del día, 2007; El enigma del sufrimiento, 2008; Ruinas de lo diáfano, 2009; El miedo a la política, 2010; Líneas de una mano, 2012; La extinción de la diáspora judía, 2013, y Las huellas del rencor, 2015.


Amanece

Es curioso: oigo llover y a la vez cantan los pájaros.
Podría ser que el agua recién comience a caer
y que los pájaros aún no lo hayan advertido.
O podría ser que los pájaros lo hayan advertido
y estén, en realidad, dejando de cantar.
Pero podría ser también que haya empezado a llover
y que los pájaros lo sepan
y aun así se larguen a cantar,
y que por fin haya nacido el día inesperado.


Toledo

Vuelvo, dos años después, al sitio que quise tanto.
Ocupo, dos años después, la mesa que fue mía.
Bebo con unción del mismo vino
y sueños que entonces tuve
y que luego se perdieron,
renacen de la mano que los acarició.

Algo, no obstante, opaca el goce del reencuentro.
Quizá sentir de pronto que me sobreimprimo,
que al volver aquí me usurpo un recuerdo,
me lo robo, lo violento y al forzarlo
a ser de nuevo realidad,
una pobre realidad,
calco mis pasos, me imito,
me repito como un perro que extraviado
sólo sabe ir y venir sobre su huella,
olfatear sin rumbo su recuerdo
buscando una señal
que avive lo perdido.


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