viernes, 26 de agosto de 2022

Antonio Requeni

Fotografía: Camila Toledo.


Nacido en Buenos Aires en 1930, es una de las figuras de la poesía argentina. Fue periodista del diario La Prensa entre 1958 y 1994, cuando se jubiló en el cargo de secretario de redacción. Fue corresponsal de Radioprogramas Hemisferio de La Voz de las Américas, Estados Unidos, y dirigió la revista Italpress. Fue también crítico bibliográfico del diario La Nación. Obtuvo una mención especial en ADEPA y los Premios Konex en las categorías Literatura Testimonial y Periodismo Cultural, respectivamente.
Publicó una decena de libros de poemas, un libro de cuentos para niños (fue colaborador de Billiken), un volumen de crónicas de viaje y el Cronicón de las peñas de Buenos Aires, que mereció el Primer Premio Municipal de Ensayo. También fue distinguido con el Primer Premio Municipal de Poesía por su libro Línea de sombra.
Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. Fue condecorado por la República Italiana con la Orden de Cavalliere Ufficiale. En la Academia Nacional de Periodismo coordinó la Comisión de Publicaciones.
Entre sus libros de poemas figuran: Luz de sueño (1951), Camino de canciones (1953), El alba en las manos (1954), La soledad y el canto (1956), Umbral del horizonte (1960), Manifestación de bienes (1965), Poemas españoles (1970), Inventario (1974), Versos en la ciudad (1974), Cuatro poemas (1985), Línea de sombra (1986), Travesías (1997). La Academia Argentina de Letras publicó su Poesía reunida en 2014.


Oscuro fuego

¿Quién necesita que yo escriba?
Sin embargo es hermoso
vivir por la belleza,aproximarse
al fuego oscuro en el que arde
la fiesta y el misterio de la vida.
Aunque a nadie le importe.
Brilla en la noche el verso
bello y desamparado
como un cuerpo desnudo.


Piedra libre

El padre juega con sus criaturas.
La cara vuelta contra la pared
y el brazo levantado hasta los ojos,
está contando como si llorara.
Y mientras cuenta sus criaturas crecen,
van por el mundo, suben escaleras,
se enamoran o estudian geografía.
Cuando termina de contar, el padre
entra en los cuartos y revisa muebles.
Apenas ve. ¿Quién apagó las luces?
Su voz, que ha enronquecido, los invita
a dejar de una vez sus escondites.
Y los hijos regresan, jubilosos.
¡Cómo han crecido! Son casi tan altos
como los sueños que en su juventud
solían desvelarlo dulcemente.
¡A contar! ¡A contar! –exclama el padre.
(Los grandes siempre vuelven a ser niños.)
Y los hijos se apoyan contra el muro,
hunden la frente entre los brazos. Cuentan.
Y mientras cuenta –once, doce, trece…-
el padre se va haciendo pequeñito.
Cuando terminan de contar lo buscan.
Lo buscan pero el padre no aparece.
Se ha escondido debajo de la tierra.

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