jueves, 25 de agosto de 2022

Eduardo Álvarez Tuñón



Nació en Buenos Aires el 16 de abril de 1957. Es poeta, narrador y ensayista. Colaboró en diversos suplementos culturales y revistas literarias. Es académico de número de la Academia Argentina de Letras.
Publicó las novelas El Diablo en los ojos (1994), El desencuentro (1999 y 2010, dos ediciones), Las Enviadas del final (1999); y La mujer y el espejo (2016), que recientemente fue reeditada en España. También es autor de los libros de cuentos Reyes y Mendigos (2005), que obtuvo el Premio de la Fundación Suiza y Armas Blancas (Editorial Planeta, 2012) y El tropiezo del tiempo (2019)
Entre sus libros de poesía se destacan El amor, la muerte y lo que llega a las ciudades (1980); La Secreta mirada de las estaciones (Buenos Aires, 1987 y Sevilla 2012, 2da. Edición); la Antología poética (1991) y La ficción de los días (2013). Poemas suyos integraron el libro 200 años de Poesía Argentina, que Editorial Alfaguara presentó como el canon del bicentenario. Participó, también en la selección Poesía Latinoamericana hoy publicada en México en el 2010 y Poesía Latinoamericana para el mundo, publicada en New York en 2014. 
Ha sido traducido al inglés, al francés y al italiano.
Dirige, en la actualidad, la colección de poesía “El Aura” de la editorial Libros del Zorzal ,con el poeta Mario Sampaolesi. Ha sido jurado del Premio de Poesía del diario La Nación y dictado cursos sobre creación en la Universidad de Columbia en New York. 
Es abogado, egresado de la Universidad de Buenos Aires y se ha desempañado como Juez Nacional y como Fiscal General. Es profesor de Derecho del Trabajo y ha publicado diversas monografías de su especialidad.
Su cuento El retorno y los libros ha figurado en diversas antologías y se considera un texto importante acerca de la iniciación en la lectura, que integra el programa de Literatura de la escuela secundaria en la Argentina.



El elegido

«...conosco i segni dell´antica fiamma..»
(Purgatorio, XXX, 46- 48 )


Es vana la quietud y es inútil la fuga: 
Cuando alguien ama, una ciudad se acerca.
 La anuncian los aromas de la noche y la espera.
 Quien recorre sus calles lo hace en busca de un rostro.
 Son eternas las vísperas si atraviesas su puerta.
 No querías volver. Te sientes viejo 
y ya la lluvia bendice tu retorno. 
Es vana la quietud y es inútil la fuga.
 Los árboles lo dicen a tu paso: 
Amas a esa mujer porque la has visto
 en un lugar de la tierra en donde nadie ha muerto
 y envidias nuestras ramas que pueden darle sombra. 
Una ciudad se acerca. No apartes este cáliz.
 Interrumpe tu viaje, que son bellos los miedos
 y si no la recorres ella desaparece. 
No amarás un color porque alguien lo ha visto.
 Nada ha de conmoverte cuando caiga la tarde.
 Recuerda el signo de la antigua llama: 
De nuevo una mujer y una ciudad.
 Los árboles lo dicen a tu paso:
 No es el amor que vuelve. 
Es obra de los días y los vientos.
 Te han elegido.
 Han querido enseñarte lo que sintió la piedra de viejas catedrales
 cuando alguien la apartó de aquél secreto río
 y vio su soledad transformada en un templo.

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